martes, 29 de junio de 2010

Una noche con final sorpresa

Me doy cuenta de que hasta ahora no había hablado de Isabel y Ari. Isabel es una valenciana que vive en Kyoto, y es la amiga del amigo de una amiga, pero con la que curiosamente tengo otros conocidos en común. Total, que el mundo es un pañuelo, pero de verdad. De momento (aunque es farmacéutica) da clases de castellano (y parece que lo hace bien, porque sus alumnos saben un montón y tiene bastantes), y está casada con Ari, un japonés majísimo que trabaja de investigador en la universidad, y que me ha dejado explicarle con todos los detalles posibles el porqué estoy aquí (pobret meu...). Los dos han sido de lo más hospitalarios y me han ayudado un montón a conocer más la ciudad en la que he vivido ya dos meses; he tenido mucha suerte, sin duda.

He quedado con ella unas cuantas veces, algunas de las cuales también había más personal. Uno de esos días conocí a Pepo (y también a Natalie, su novia francesa que habla más idiomas que Carod), un investigador valenciano que está de postdoc cerca de Nagoya, y con el que también tengo a varios conocidos en común (sí, uno de ellos eres tú, Mosky, que lo de “Entomoloco” del Facebook no se olvida fácil xD).

Pero no es eso a lo que iba. El primer día que quedé con Isabel y Ari, también estaban Geno y César, dos arquitectos valencianos (monopolizamos Kyoto xD) que llevaban bastante en Japón, pero que se iban en unos días. Tras desentumecer mi lengua para hablar algo de castellano en persona y algunas dudas sobre cómo presentarme (Japón te vuelve alérgico al contacto entre tu piel y la del resto de la humaniad), nos fuimos a un izakaya. Después de bastantes platos y bebidas, nos dirigimos a un karaoke, pero en el camino un japonés empieza a saludar –bueno, a gritar- desde un taxi, y Ari se acerca. Es Inoue, un alumno de Isabel, que nos dice que vayamos con él, que va a un bar de Gion a beber y nos invita. Aceptamos, y nos subimos a un taxi enmedio de la calle.

Una vez allí, vemos que Inoue va acompañado por una mujer con kimono y maleta, que no es ni su novia ni una familiar, según parece. Nos indica que subamos al cuarto piso de una finca, en el que una discreta puerta y un hombre con camisa nos dan la bienvenida a un local minúsculo, en el que quizás, como mucho, quepan 10-12 personas. Hay un sofá en forma de “L” en el fondo, algunas sillas y una pequeña barra. Estamos solos, si exceptuamos a dos hombres que no sabemos si son clientes o dueños, y la camarera, una mujer mayor que se parece sospechosamente a una profesora de Biológicas de la UV.

Una vez sentados, se apresuran a sacarnos bebida y snacks. A mi lado, en una silla en vez de en el sofá, se sienta la mujer con Kimono, que me rellena automáticamente el vaso de cerveza cada vez que doy un trago, sin esperar a que lo vacíe. Le pregunto a Isabel si eso de que paga Inoue va en serio, que si no me empiezo a cortar a la hora de beber; me dice que sí, y me despreocupo.

La mujer del kimono participa y activa la conversación, ríe con las gracias de Inoue y nos sirve a todos. Es raro; es como una mujer de compañía, en el mejor de los sentidos. Los dueños/clientes, en un evidente estado de embriaguez, intentan mantener alguna conversación, pero les resulta bastante difícil.

Comentamos que en principio nos dirigíamos a un karaoke... y zas! Traen de inmediato dos pequeñas pantallas táctiles, controles para un juego de karaoke que se activa en la televisión. Nos ponemos a cantar –lo de la cerveza nonstop ayuda-: Isabel se luce cantando en japonés, la mujer del bar nos deja asombrados con su voz, Inoue canta una canción “Julio Iglesias’s style” y yo escojo “A Hard’s Day Night”, que me la sé, y cantamos Geno, César y yo a coro. Ganamos. Después me toca perpetrar una canción que nunca había oído, pero de la que sabía su existencia “Con el Boom Boom de tu corazón”, de Ricky Martin o un sucedáneo veraniego. Para enjuagarme el sabor a verbena de pueblo, me bebo dos vasos de cerveza y canto “Starman”, de Bowie, que me reconcilia con el karaoke.

Poco antes de acabar, alguien menciona algo de sushi, y decimos que estamos llenos, gracias. Pero da igual, porque al cabo de un rato traen una bandeja con una pinta espectacular, que contenía el que hasta la fecha es el mejor sushi que he probado en mi vida. Así que allí me teníais, un gordonauta en un bar semiprivado de Gion, con una mujer de compañía riéndome las gracias en castellano y sirviéndome cerveza, cantando junto a desconocidos y comiendo un salmón y unas gambas que no lo encuentras ni en la lonja a primera hora. ¿Qué faltaba? Pues un recuerdo. Y como estamos en Japón, de la foto que sacó Isabel nos hicieron copias instantáneamente en una impresora que tenían allí mismo –sí, en un bar una impresora fotográfica es algo imprescindible, ¿no?-, una copia para cada uno, con su fundita para que no se estropee.

Y sí, todo gratis. Karaoke gratis, copas gratis, comida gratis. Y una noche que no se me va a olvidar. Como dije al salir: Mare meua!


Recuerdo de una noche inesperada, de izquierda a derecha: un señor calvo ebrio, Ari, Isabel, Inoue, Geno, César con las maracas, un gordo, la mujer de compañía, la camarera)

2 comentarios:

  1. jaja vaja historietes Andreu, es molt distret llegir-les. Ja veig q estas de categoria per el Japó i molt integrat!! Fa poc va ixir en la tele en viajeros o callejeros o valencians pel món...(o algún d'ixos programes pareguts q fan a la tele) uns bars on ni han dones d'ixes com la q tens al costat en la foto, q estan pendents d q no et falte d res, i només els falta fer-te un masatge als peus mentres te prens la birreta. Q gràcia, i resulta q es d veres i tu has conegut a una!!! jajaj
    Be, doncs a disfrutar del temps q et queda!! un beset guapo!! i seguix contan cosetes!!

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  2. Genial! Com diu la cançó "Buscando noches inolvidables..."

    Ja era hora de que coneguessis al Pepo del futur, els valencians tenen una mena de tàxia o tropisme uns cap als altres.

    ¿Quina professora de la UV?

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