martes, 25 de mayo de 2010

Me falta la conexión emocional (o la sonrisa de Tianna)

Tianna, la chica australiana con la que compartí algo más de semana y media en la casa, estaba todo el día sonriendo, y riéndose, emocionándose con cualquier programa de televisión, revista o manga que tuviese delante. Iba y venía a Tokyo como quien va al trabajo en metro (es lo que tiene el JR pass), y volvía cargada de bolsas repletas de cómics, ropa y gadgets. Había estado ahorrando durante tres años para poder venir a Japón, país del que se ha ido habiendo pasado seis semanas en él, mucho más que el turista medio.

Algunos amigos se han extrañado ante mi aparente falta de interés por el país, ante mi tono más bien calmado, ante el hecho de no haber gritado “¡ESTOY EN JAPÓN!” nada más llegar. No parece, dicen, que esté en un país por el que mucha gente suspira, por el que se planifican viajes con años de antelación, un país cuyas subculturas tienen millones de seguidores alrededor del mundo, generador de innumerables mitologías de papel y pantallas, cuna de miles de cómics, estilos propios, de los videojuegos, los gadgets más inverosímiles.

Y es que no lo estoy. No comparto ése país. Yo vivo en una ciudad de tamaño medio, agradable, llana, con buen clima, fabulosa comida y rodeado de santuarios y templos. He viajado por montañas similares a los Pirineos, pueblos de interior turísticos, ciudades trabajadoras y una gran metrópolis. Me gusta lo que veo, me gusta Kyoto, pero Japón ni tan siquiera estaba en mis 10 primeros destinos internacionales, ésos que te planteas cuando juntas más de 1000 euros. No sólo desconocía muchas cosas del país en el que vivo (menos ahora, gracias a los museos y monumentos), sinó que lo poco que conocía no me atraía en exceso, y sigue sin atraerme. No me entusiasma el manga, a pesar de que me encantan los buenos cómics; no me dice nada la mayoría de música que he podido escuchar, a pesar de que soy una de las personas con mayor espectro de gustos musicales que conozco; la poca literatura que conozco es quizás poco representativa, y los haikus, pese a mi pasado de poeta aficionado, me parecen más un ejercicio de estilo que un medio eficaz para expresar emociones.

Tianna tenía la misma sonrisa que yo el año pasado, cuando fui a ver a Elena en compañía de Mar, Amparo y Guillermo. La misma sonrisa que yo puse mientras escuchaba a Giant Sand conduciendo por el desierto de Nevada –los pelos de punta, me brillaban los ojos, media sonrisa de vaquero impostado-; la misma al contemplar las sequoias o cuando se apareció el Gran Cañón ante mis ojos; la misma al ver Death Valley, un pueblo del Oeste, al entrar en el Mel’s Drive In y al comerme la Awful Awful en Reno; la misma que cuando fuimos al Pyramid Lake y al Tahoe el mismo día, descubriendo los increíbles extremos del río Truckee; la misma que cuando me compré varias camisetas –algunas pidiendo una talla menos-, o una bolsa de discos en High-Ashbury. Sonreía y no podía esperar a contar todo lo que veía porque lo había estado viendo durante mucho tiempo. Desde San Francisco –la Bay City de Raymond Chandler- y su Alcatraz o Golden Gate, sus calles empinadas, hasta las Vegas –adonde no me hacía mucha ilusión ir, todo hay que decirlo-, pasando por el desierto y los bosques californianos. El 70% de los CD’s que ocupan las paredes de mi habitación son de grupos y cantantes de los U.S.A, y del resto una buena parte se nutren de sus influencias; aunque el origen de mis cómics es más diverso (en especial por Hugo Pratt, Moebius y Alan Moore), los estadounidenses siguen teniendo un gran peso. Y las películas, pues sí, me gusta el cine europeo, como a todo buen cultureta, pero la mayoría de mis referencias y mitos cinematográficos provienen de los U.S.A, para qué negarlo.

En el fondo, estaba visitando un país que ya conocía de antemano, sorprendiéndome por ver cómo se materializaba cosas de las que sólo había tenido noticias por una pantalla, por un dibujo o una canción. Es como cuando te encuentras con un famoso, que piensas: “¡es de verdad!”. A Tianna, claro está, le pasaba eso mismo con Japón, con el añadido de haber estado pensando en su viaje durante tres años.

Sin embargo, las referencias culturales no son la única forma de establecer un vínculo emocional con una cultura y un país. Vivir tres meses en él dicen que también ayuda, ¿no creéis?

2 comentarios:

  1. Gracias por explicarnos como te sientes o como no lo sientes (a Japón me refiero).
    Creo que has sido honesto confesando que Japón no estaba ni en tu mente ni en tu corazón antes de ir allí.Solo espero que al volver,por tu propio beneficio, ya lo esté aunque sea un poquito.
    No es un pais fácil de penetrar si antes no te has "entregado" a él a través de su cultura, sea en la faceta que sea . Y desde España no es nada fácil y desde Valencia, menos.
    Yo he estado allí 4 veces, un total de 75 dias y volveré en octubre para pasar un mes. Estoy vinculada a Japón de por vida. ¡Lo que llegué a leer antes de mi primer viaje! Historia, religiones, literatura clásica y moderna, guias,escuchar historias que me contó gente que ya habia vivido allí... y cuando por fín llegué, sentí lo mismo que tú en EEUU : este es "mi" lugar porque "entiendo" su cultura y por lo tanto te entregas.
    No tienes ninguna obligación de que Japón te guste, solo intenta disfrutar de lo bueno que puedas encontrar (que lo harás).
    Y si te escribo así, de una forma tan personal, es porque soy la hermana de Juan y Margarita. Ellos te presentaron a mi profesora de Japonés Soja-san, qué, como buena japonesa me preguntó como te iba, a lo que le contesté con un lacónico "todavia se está aclimatando".
    Sigue con ello y sigue contándonos como te va.

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  2. Gracias ;) Intentaba transmitir qué pensaba y ser sincero, para que la gente me pudiese entender. Ningún problema por escribirme "así", ya intuía quién eras ;)
    La verdad que justo ahora, que me queda poco más de un mes aquí, empiezo a darme cuenta de toooodas las cosas que echaré de menos en cuanto llegue a València. Y hay una diferencia fundamental con EE.UU: allí nunca pensé "qué buen sitio para vivir". Aquí lo pienso: no me importaría nada vivir una temporada más larga en Japón. Es un país muy agradable y en el que estoy descubriendo muchas más facetas de las que pensaba. Me encanta la tranquilidad, los templos y sus senderos, la gente... Quizás no soy el típico otaku de Akihabara, pero me está encantando el Japón más pausado.

    Saludos a Soja-san y que aproveches tu viaje!

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