Pues sí, en el museo también había un zapatero para dejar el calzado de calle y ponerse las pantuflas, con lo que no es sólo una cuestión de tu propia casa. Yo tenía allí mis propias zapatillas de ir por casa, pero también había para quienes no tuvieran. ¿Os parece excesivo? Os pongo un par de ejemplos de los que me acordé ayer.
Hace poco que he empezado a dar alguna clase en la universidad (como obligación -o derecho, no lo tengo claro- del becario), y algunas son prácticas de campo, lo que se traduce en ir al Saler y tomar una serie de parámetros ambientales sobre el terreno. Como de momento GozRita no ha conseguido urbanizar todo el término de València, eso significa que no estamos a cubierto y que si llueve, nos mojamos. Nosotros por las gotas, y los zapatos, en los charcos murphyanos estratégicamente colocados. Resultado: zapatillas del Decathlon empapadas y calcetines como para sacar footcofee. Para entrar en un bar, lo ensucias todo, lo mismo en la universidad, e ídem en tu casa, en la que si además tienes moqueta o parquet la cosa se pone interesante.
En Japón, al volver de muestrar, tu lugar de trabajo permanecía limpio, puesto que dejabas a la entrada las botas enfangadas; además, tenían una zona exterior en la que limpiar el material (redes, vadeadores, cubos) algo que aquí echo mucho en falta. O por ejemplo, al ir a comer enmedio de un día de muestreo, en Kanazawa, Takahiro se empeñó en ir a un restaurante decente (no como aquí, que comemos cualquier cosa de forma rápida), y yo me opuse debido al lamentable aspecto que presentaba. Él me miró y me dijo: No problem! Entramos al sitio, con suelo de madera, nos descalzamos en un pequeño recibidor y nos dieron unas chanclas. Fuera de la mesa se quedó el barro y no nos tuvimos que preocupar por poner perdido el restaurante, además de la comodidad que supone quitarse las botas en un día en el que te lo pasas metido en charcos y barrizales.
Total: que tontería, poca, es de lo más útil en un museo de ciencias naturales de un país lluvioso. Por cierto, ¿adivináis cuales son mis botas de montaña?
En Japón, al volver de muestrar, tu lugar de trabajo permanecía limpio, puesto que dejabas a la entrada las botas enfangadas; además, tenían una zona exterior en la que limpiar el material (redes, vadeadores, cubos) algo que aquí echo mucho en falta. O por ejemplo, al ir a comer enmedio de un día de muestreo, en Kanazawa, Takahiro se empeñó en ir a un restaurante decente (no como aquí, que comemos cualquier cosa de forma rápida), y yo me opuse debido al lamentable aspecto que presentaba. Él me miró y me dijo: No problem! Entramos al sitio, con suelo de madera, nos descalzamos en un pequeño recibidor y nos dieron unas chanclas. Fuera de la mesa se quedó el barro y no nos tuvimos que preocupar por poner perdido el restaurante, además de la comodidad que supone quitarse las botas en un día en el que te lo pasas metido en charcos y barrizales.
Total: que tontería, poca, es de lo más útil en un museo de ciencias naturales de un país lluvioso. Por cierto, ¿adivináis cuales son mis botas de montaña?
Cuanta más docencia acumules mejor para tu curriculum.
ResponderEliminarApuesto por el estante de abajo, en el centro. Por hacer caso al tópico de los pies pequeños. Son las únicas que sobresalen de la balda.
Acertó el caballero, mis botas talla 48 no son de ningún japonés ;)
ResponderEliminarY me gusta dar clase, pero ponerse por primera vez al otro lado del aula es, cuanto menos, chocante. Dejémoslo ahí por el momento.
Gracias por pasarte ;)